"My Lady of Guadalupe"
Recientemente nos dieron una Tilma preciosa para colgar en nuestro cuarto de juegos.
Los niños al verla constantemente me han hecho muchas preguntas y, curiosamente, nuestro hijo de 2 años le llama: “My Lady of Guadalupe, because is OURS”. La primera vez que lo escuché refiriendose a ella así me conmovió y poco a poco esa frase ha seguido resonando.
Por cosas de Dios, tuvimos la "Cantata Guadalupana" en nuestra parroquia y fue una experiencia preciosa, no sólo asistir, sino prepararla y hacer arreglos para que sucediera en otras 5 comunidades de nuestra Diocesis.
El cantautor Luis Alfredo Díaz, quien fuera director de la Comunidad en donde conocí al que ahora es mi esposo, estuvo en nuestra casa con un buen amigo con quien el Señor me ha ayudado a reencontrarme después de trabajar juntos en la Pastoral Juvenil hace más de 20 años.
Las conversaciones e intercambios que tuve con estos dos hombres de Dios y el tratar de explicarle a nuestros hijos, a nuestra comunidad y a quien se deje, lo importante que fueron las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe han servido para que yo pueda profundizar en mi relación con ella.
Si ya sé, una mexicana que no es Guadalupana ¿existe? Pues sí. Soy mexicana y no solía ser “muy mariana” hasta que me convertí en madre y pude entender mucho de lo que motivaba a María a ser y hacer por su Hijo.
Toda mi vida de soltera, de ministerio me podía identificar de manera muy sencilla con San Juan Diego, sus dudas, sus ganas de huir, su sencillez, ¡me encantaba! Pero hasta ahí.
Luego vino mi maternidad, mi experiencia de vivir fuera de las “estructuras” con las que había crecido. Después de vivir 2 años en España y 10 en Puerto Rico, esa experiencia de no ser ni de aquí, ni de allá, de cambiar continuamente de “templos” , enfermedades nuevas, tradiciones nuevas, me llevaron a acercarme y a ser sensible a lo que los nativos experimentaron.
Si a eso le agregamos que me convertí en madre de 4 pequeños en menos de 5 años y que pasé por 7 años de depresión pre y post parto… todo esto me hizo vivir aún más intensamente esa experiencia. Hubo cambios y desconexión con el Señor. Mucha desolación y búsqueda.
Pero creo que la cereza del pastel fue venirnos a vivir a los Estados Unidos con 5 niños y 5 maletas, empezar de cero. Aprender nuevo idioma, nueva forma de vida, pandemia, nuevo trabajo y la experiencia de perder a nuestro bebé a las 7 semanas de gestación cuando que mi esposo trabajaba 12 horas al día…
Esa desolación, esa “ausencia”, no me dejaba ver que era ella quien ha estado y siempre está ahí, trayéndome y compartiéndome lo más preciado que ella tiene para nosotros: Su hijo.
Recordándome que la oración siempre es escuchada, que la naturaleza entera es una vía para experimentar Su amor y que no hay nada, nada que pueda alejarme de Su Amor. Y también que es ella quien alza en sus brazos a nuestro bebé hasta que nos encontremos con él en el cielo.
Fueron estas experiencias las que me han ayudado también a poner atención al Obispo Juan de Zumárraga. Ya sé, siempre lo vemos como "el malo de la película", el que dudó, pero la verdad es que ese santo varón, ¡sólo estaba haciendo su trabajo!
Recientemente aprendí que su nombramiento fue para venir a las Américas y cuidar de los derechos de los nativos y que era un hombre de mucha oración que, justo dos semanas antes de que las apariciones empezaran, envió una carta al Rey de España dejándole saber que esperaba su señal para retirarse de las Américas. Que lo que estaba pasando en el continente era tan triste y desgarrador que creía que lo más conveniente era retirarse (me recuerda mucho a la actitud de San José con respecto al embarazo de María).
Ya algunas comunidades de Misioneros Franciscanos habían abandonado iglesias y orfanatos (había muchos huérfanos ya que casi la mitad de la población murió de viruela y nuevas enfermedades que vinieron con los españoles).
El pobre estaba desesperado, triste y muy preocupado. Y ¡zaz! la señal le llegó. Pero no cualquier señal, sino ¡de la misma Madre de Jesús!
Su actitud frente a San Juan Diego fue la de cualquier líder prudente. Escuchó a San Juan Diego, le hizo preguntas y bueno, lo retó. Le pidio más, le pidió lo mismo que él ya le había pedido al rey: una señal.
Y como ya sabemos, el Señor respondió: le envió a Su Mamá, a una mujer, a la que encarnó a La Palabra, a la que ya estaba ahí acompañando a todas esas personas en crisis.
El Señor le permitió a San Juan Diego verla, reconocerla, escucharla y obedecerla, y pues como ella también conocía al Obispo, se encargó de mandar una señal que no sólo fuera familiar para los nativos, sino para el Obispo: Rosas de Castilla. Que no sólo no crecían en diciembre, sino que sólo crecían en el área de España de donde el Obispo venía. Quién más que una Madre para “conocer” esos detalles, ¿verdad?
La maternidad de María es real y cercana. Jesús nos la dio como Madre en uno de los momentos más difíciles de Su vida. Nos la comparte porque sabe lo importante que es su rol en nuestro proceso de salvación y de aprender cómo tener una relación real y cercana con Dios. Y María nos recibió y recibirá siempre como a sus hijos. La diferencia aquí será nuestra decisión. No podemos atesorar un regalo sin aceptarlo primero.
Nuestro hijo de 2 años me enseñó que no es Nuestra Señora de Guadalupe la que nos acompaña, sino “Mi Señora de Guadalupe”. Y que así como el Señor no nos ama a todos, sino que nos ama a cada uno, Su Madre también lo hace. Nos ama, cuida y protege a cada uno de nosotros, justo como lo hacemos nosotros con cada uno de nuestros hijos.
Las invito a hacer suya a María, a que le pidamos que nos acompañe a prepararnos en este Adviento como ella lo hizo: con paciencia, con anhelo y en lo profundo. No creo que haya tantas celebraciones Marianas durante las
primeras semanas de #Adviento por coincidencia. ¿Qué nos querrá enseñar la Madre Iglesia?
Oro por cada una de ustedes que me leen y agradezco a Dios poder ser parte de este ejército de guerreras espirituales que encarnan el Evangelio cada día desde sus trincheras.
Brenda Garza nació y creció en Monterrey, México, donde se graduó con una Licenciatura en Diseño Gráfico. Después de varios años de trabajar en una agencia de diseño, se mudó a Asturias, España para ser misionera en una comunidad de Artistas Católicos donde conoció a su esposo. Dos años después se mudaron a Puerto Rico para trabajar con la Diócesis de San Juan. Mientras estuvo en P. R., recibió capacitación en el Nivel 1 de la Catequesis del Buen Pastor. Brenda, su esposo y sus cinco hijos se mudaron a Texas en 2009 y ahí recibieron un hijo más. Desde entonces ha trabajado como asistente de Formación y Directora de Comunicaciones en parroquias de la diócesis de Fort Worth. Actualmente cursa su certificación de Nivel 3 de CBP. Le apasiona comunicar el amor de Dios a la gente y está feliz de usar sus talentos para construir el reino de Dios en la tierra.
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