Soy Feliz por un Amor Eterno que me Amó Primero
No soy feliz por vivir en un mundo color de rosa. Tengo batallas, problemas y fracasos. Tengo días de montaña rusa y otros tantos de carrusel.
No soy feliz por ser muy perfecta. No soy feliz por vivir en una burbuja, estoy cercana al sufrimiento de los demás.
No soy feliz por estar siempre sonriente, a veces también me enojo y amanezco de malas.
No soy feliz por estar completamente sana, tengo heridas que están aún en proceso de sanación.
No soy feliz por levantarme temprano todos los días, después de tantos años cada día le batallo igual.
No soy feliz por llevarme bien con todo mundo, a veces hay malos entendidos, interpretaciones fallidas, sentimientos encontrados.
No soy feliz porque ame mucho y muy bien. A amar se aprende cada día, con cada persona y en cada circunstancia: el amor es siempre nuevo.
No soy feliz por tener una excelente autoestima. Aún hay cosas en mi que me cuesta aceptar, oscuridades que no logo descubrir, límites que no logro establecer.
No soy feliz por tener suficientes cosas, hay ropa o zapatos que tengo de sobra y que me pongo muy poco.
Soy feliz por un Eterno Amor que me amó primero, que irrumpió y sigue irrumpiendo en mi vida para ponerlo todo de cabeza y para ayudarme a acomodarlo.
Soy feliz pues mi esperanza no está puesta en mis límites y precariedades sino en este Amor que permanece fiel.
Soy feliz pues este Eterno Amor ha puesto Sus ojos en mi pequeñez para engrandecerla.
Soy feliz pues me caigo muchas veces y siempre encuentro una mano que me ayude a levantarme.
Soy feliz pues puedo compartir mi fe con otros.
Soy feliz porque cada día tengo hermosas oportunidades para vivir mi fe y caminar en santidad o al menos intentar hacerlo.
Soy feliz pues Dios no se fija en mis pobrezas o malas decisiones, Él toma lo mejor, pone Su huella y me enseña a vivir mi historia como historia de salvación.
Soy feliz pues tengo la libertad de optar por Él en cada momento, no sólo en los momentos importantes.
Soy feliz y esta felicidad inició con una aventura de un SÍ que se fue gestando en el fondo de mi corazón y que cuando dio a luz me hizo irrumpir en una inmensa alegría, alegría que más bien se manifiesta en un gozo profundo, no siempre palpable o sensible, pero que está.
Mi Sí de Amor brotó de un primer SÍ de Él para conmigo, un Sí de misericordia y perdón que se manifestó en un pequeño niño nacido en Belén, que todos los días va creciendo en mi alma, que a cada momento sigue estando y amando.
Marifer Icaza es consagrada y vive su vocación en Instituto Secular de Vida Comunitaria Eliya, ejerciendo su apostolado en Centro de Rehabilitación la Rosa. Confía en que sólo un encuentro personal con Jesucristo libera al ser humano de todas sus ataduras y le regala la plenitud para vivir en el amor.
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